sábado, 9 de octubre de 2010

Dublín-Comalá, Comalá-Dublín


A un año de estar en Dublín

Una historia en particular se reescribe a si misma constantemente, no igual en forma, pero en fondo continua siendo la misma. Dublín ahora es mi Comalá.

Puede resultar una alegoría fácil y simplista, pero en el fondo, debajo de donde yace lo mundano y cotidiano, me encontrado a mi mismo envuelto en una surrealista y maquillada sensación de soledad.

En ese lugar dentro de los adentros, donde la irrealidad toma forma, donde los fantasmas vienen y van, donde todo es atemporal (o al menos el tiempo no corre bajo los esquemas convencionales). No ha sido un año ni diez meses, tal vez han pasado solo 15 minutos, tal vez ya fue una eternidad.

Mientras me pregunto cuándo será? o si ya ha sido suficiente. Fantasmas de todos los lugares y de todos los tiempos se alimentan y roban un poquito de mí, y yo a mi vez les robo un poquito a ellos, una relación simbiótica en un ecosistema fantasmal.

Unos venimos buscando respuestas, tal vez solo viajamos para darnos cuenta que lo que buscábamos no estaba aquí. Pero no son preguntas lo que mis adentros fútilmente intentan exteriorizar. Son lamentos de los tormentos de mi alma.

Dublín es limbo, Dublín es purgatorio, no bastan miles de kilómetros para detener al pasado en su persecución, Dublín no es una oportunidad para empezar de nuevo, es por otra lado un lugar para expiar culpas.

Cuánto tiempo estaré aquí?, Cuantas culpas expiaré?, Cuántas lágrimas se requieren para quitarse una pena de encima?

Ya habré expiado unas cuantas estoy seguro, las lágrimas que he derramado ya fluyen libres por el cause del Liffey junto con muchas tantas que inundan los alcantarillados en ese ir y venir de esas almas en pena que recorren día a día las calles de Dublín.