
Hace algunos días iba caminando rumbo al trabajo cuando me encontré con un amigo, lo noté extraño, parecía inquieto, como preocupado, al instante supe por qué, me bastó con verlo usar el cubre bocas con el rigor de un cirujano en una operación de corazón abierto y peor aún lo usaba en una calle prácticamente desierta. De inmediato al acercarnos vociferé: "buenos días DOCTOR" haciéndome el chistoso, broma que no le hizo tanta gracia.
Después de un ¿cómo estás? y ¿qué has hecho? siguió una verborrea sobre la importancia de seguir al pie de la letra las medidas de prevención para evitar el contagio de esta influenza multinominal(demasiados nombres para una sola chingadera), es más, me dijo que no estaba demás exagerarlas un poco, que bien dicen que más vale pecar de exagerado que contagiarse.
Con una reprimenda y ya con algunos minutos de retraso me despedí de mi amigo con otro sonoro adiós DOCTOR que en esta ocasión si le causó risa
Algún tiempo después al ir a la tienda a comprar no sé qué, seguramente cigarros, la señora que atendía debo decir que con pinta de personaje comiquesco empezó por su propia voluntad una conversación en la que yo me limité a contestar varios "mmmm" algunos "Aah si verdad" dos "híjoles" y un "¿cuánto es?", ohh y también un "ajá".
Por supuesto que el tema fue esto de la influenza, ¿y qué más? si esto es lo que ocupa la atención de la gente, en fin después de que se quejó sobre la suspensión de clases, de lo molesto de usar tapabocas, de que no conocía a nadie contagiado, etc. (a esta altura comprendí lo que seguía y así fue) la señora me recitó las ya conocidas teorías conspiracionales, las mismas que se encargaron de llenar la bandeja de entrada de mi correo electrónico, que si el G7, que si Obama, que si las farmacéuticas y las que se junten.
Creo que es en este tipo de anécdotas, donde se dan pequeñas señales de como todo este flujo de información permea en los diferentes estratos de la sociedad, y de como esta cantidad excesiva de información irónicamente produce una gran desinformación.
Por un lado me resulta curioso como algunos ante el miedo se entregan al que se muestra como protector (Doctrina del shock), como gente en teoría preparada prefiere exagerar en precausiones y sufrir el sauna del cubre bocas.
Por otro lado reafirmo mi renuencia en creer y entregarme totalmente al regazo de las teorías de conspiración, y esto es básicamente porque aún cuando son totalmente creíbles (y me refiero a las teorías serias, como la doctrina del shock, nada de aliens por favor)son la escusa perfecta para hacer un lado las responsabilidades de ciudadano que cada uno de nosotros tiene, es decir; "que importa votar, que importa informarse, que importa al fin las corporaciones ya decidieron por nosotros".
El entregarse con ciega fé a estas teorias da la pauta a la pasividad ciudadana cuando lo que necesitamos es gente proactiva, consciente y bien informada de su labor como ciudadano. Esto de la ciega fé en estas teorías me vino a la mente al recordar a esta señora maldiciendo contra las corporaciones mientras me vendía unos cigarros que produce una multinacional.
¿Y qué hacer entonces ante tan desolador panorama donde los intereses del capital están priorizados a los de la sociedad en general? No se trata de alguna revolución socialista, y mucho menos a una resignación total, la respuesta a mi parecer esta en cada uno de nosotros, en nuestra consciencia y buena información, porque al final de cuentas nosotros somos que elegimos que y como consumir.
Estamos en un frenesí de consumismo que solo reporta ganancias a unos cuantos, y aunque es imposible dejar de consumir si podemos hacerlo de manera responsable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario